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Only a stupid dream.

-No, no, no-gritó desesperada, con los ojos llenos de lágrimas y la voz rota.-Él no porfavor, él no...Su hermana permanecía sentada en el sofá con la cara empapada en lágrimas y los ojos rojos, su madre, con una mueca de dolor en el rostro, escondido entre sus manos, estaba inmóvil, y sólo quedaba ella, ella en una inmensa oscuridad que algún día había estado iluminada.-Lo siento, cariño-susurró su madre con voz débil.-Él...-No-tartamudeó.-No lo sientas, porfavor... Él...-no pudo continuar y cayó de rodillas al suelo, llorando, sollozando, sin creerse que eso estaba ocurriendo.-Tata, tata-susurró su hermana, hecha un ovillo desde el sofá.-Pero él... ¿Desde cuando?-preguntó mirándo a su madre.-Desde el martes...-suspiró ella mirándo a su hija mayor.-¿Por qué me dijeron que estaba herido? ¿Por qué no me dijeron la verdad?-preguntó casi sin voz, apoyando su espalda en la pared y llorando todavía.-Para... para que estuvieseis preparadas...

Recordaba todo aquello como si hubiese sucedido ayer, ahora tenía quince años, y habían pasado ocho largos años sin él desde aquel día. Estaba sentada en su cama, con la fotografía de su padre entre sus manos, los ojos rojos y el corazón angustiado. Su abuelo estaba ingresado, tan sólo hacia un año que le habían operado de cáncer, y ahora... Volvía a estar ingresado, y ella tenía miedo, demasiado miedo, pero ella no lo reconocería, no sería tan débil de reconocerlo.
Sí, para ella, el miedo era una debilidad, una debilidad que dejaba que la muerte te manejase a su antojo, pero ella suponía que su abuelo era fuerte, demasiado fuerte, y tan fuerte, como cabezota. Varios días llevaba él ya, mal, pero se negaba en bajar al médico... Él también tenía miedo, y ella lo sabía perfectamente.


-Debes comer-dijo su madre mirándola preocupada.-No tengo hambre-susurró en voz baja.Desde el día que le dieron la noticia, no tenía hambre, ni fuerzas, ni motivos para sonreir. No sonreía, ya no. ¿Para qué? Tan sólo tenía seis años, seis años, y debía parecer fuerte, pero... Era tan sólo una niña, una niña con pocas ganas de seguir viviendo si él no estaba para sonreírle, abrazarle y hacerle cosquillas como solía hacer... pocas ganas.-Cariño... He pedido cita para el psicólogo-dijo su madre sentándose a su lado.-¿Psicólogo? ¿qué es eso?-preguntó su hermana sentándose en el suelo, delante de ellas.-Es un chico que ayuda a la gente, y, quiero que te ayude-su madre sonrió cándidamente, pero, no como solía hacer antes.-Iré-afirmó, inténtando pensar que tan sólo sería por su madre y su hermana.


¿Cuándo el destino decidió arrebatarle a una de las personas más importantes en su vida? Ella no lo sabía, y no tenía el valor necesario para querer averiguarlo. Asustada, pequeña, débil, desprotegida y en peligro, así se sentía ella en aquel momento, sin ningún valor para afrontar las horas, preocupada por el estado de salud de su familia, preocupada por el miedo que ahogaba a su corazón, preocupada por no tenerle a su lado.Iba a ser un muy mal día, y ella lo sabía... Aún recordaba todo, todo... Todo lo que había hecho con él, y aquél estúpido sueño....


Corría, ella corría hacía él, que permanecía plantado delante de la puerta de su casa, con un montón de peluches y la misma sonrisa de siempre. La niña, saltó a sus brazos y le abrazó con fuerza.-Pensé que habías muerto-susurró llorando.-No, estoy aquí, contigo, y no me volveré a ir, nunca-prometió él, estrechándola entre sus brazos con fuerza.-Te lo prometo.-Te he echado tanto de menos... Te quiero papá-dijo la chica sonriendo.Y de pronto, se despertó, con lágrimas en los ojos y abrazada al osito de peluche que él le había regalado años atrás... Dándose cuenta de que todo había sido un horrible sueño...

Suspiró y se tumbó en la cama, subiéndo la música a tope y perdiendose entre los acordes, abandonandose a la oscuridad y al miedo, al peligro y a la desprotección, abandonandose a todo lo que ella consideraba un sueño, tan sólo un estúpido sueño.

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