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Unpredictable.

(Oíd esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=FzYlHP3z3iw )

Caminaba por el camino de grava, había sido nuestra perdición, allí nos besamos por primera vez, nos prometimos estar juntos. Allí nos prometimos no cambiar, ¿qué nos pasó? ¿Dónde estábas? ¿Cómo fui capaz de dejarte escapar? Tarde.
Golpeé una piedra sin muchos ánimos, quizá, la decisión de ir a la universidad, fuera del estado, el haber pensado que era un camino seguro, fue mi fallo. Pero, ¿tú has pensado que tomaste la decisión equivocada? Yo sí, te aseguro que lo hago todos los días que despierto y no estás a mi lado, de verdad.
¿Qué hubiese pasado si hubiese hecho las cosas diferentes?
No lo supe, no lo sé y no lo sabré. Tan sólo intento vivir mi vida, y puede ser impredecible. ¿Verdad?
Cuando me enteré de la beca corrí hacia el camino de grava, te había citado con un mensaje de texto breve en tu móvil. Y allí estabas, con tu sonrisa y esperandome, como el primer día. Y yo, notando como mi alma se quebraba en dos y mi corazón me gritaba que no te dejase, que no me marchase sin ti.
Hice mal, ahora lo sé, pero en aquel momento no podía imaginarlo, ¿sabes? No pude pensar que me dejarías, que te marcharías, me pregunto como te dejé marchar...
Y ahora, camino hacia mi vieja ciudad natal, y creo que comprendí todo, que comprendí como te deje escapar, como te marchaste, pero, todo cambia, todo cambia y no puedes evitarlo.
Entonces me doy cuenta de que no lo sé, no sé como te deje escapar, no sé que te llevo a marcharte de la ciudad donde comenzamos todo.

Y, es demasiado tarde, lo sé, lo sabes, tú no estás, yo he vuelto.
No somos los mismos, rompimos nuestra promesa.
Quizá, te preguntes como hubiese sido todo, si yo me hubiese quedado contigo.
Yo sí lo hago, pero no me lo imagino.
Dos caminos. Nos empeñabamos en hacer uno juntos.
Realmente, eran dos, y nos alejabamos de los nuestros, respectivamente.

Do you ever think you made the wrong decision?
What would happen if you ever did it differently?
'Cause just trying to live a life, can be unpredictable.
Do you ever think you made the wrong decision?
Do you wonder if you ever should have stayed with me?
'cause just trying to live a life, can be unpredictable.

Only a stupid dream.

-No, no, no-gritó desesperada, con los ojos llenos de lágrimas y la voz rota.-Él no porfavor, él no...Su hermana permanecía sentada en el sofá con la cara empapada en lágrimas y los ojos rojos, su madre, con una mueca de dolor en el rostro, escondido entre sus manos, estaba inmóvil, y sólo quedaba ella, ella en una inmensa oscuridad que algún día había estado iluminada.-Lo siento, cariño-susurró su madre con voz débil.-Él...-No-tartamudeó.-No lo sientas, porfavor... Él...-no pudo continuar y cayó de rodillas al suelo, llorando, sollozando, sin creerse que eso estaba ocurriendo.-Tata, tata-susurró su hermana, hecha un ovillo desde el sofá.-Pero él... ¿Desde cuando?-preguntó mirándo a su madre.-Desde el martes...-suspiró ella mirándo a su hija mayor.-¿Por qué me dijeron que estaba herido? ¿Por qué no me dijeron la verdad?-preguntó casi sin voz, apoyando su espalda en la pared y llorando todavía.-Para... para que estuvieseis preparadas...

Recordaba todo aquello como si hubiese sucedido ayer, ahora tenía quince años, y habían pasado ocho largos años sin él desde aquel día. Estaba sentada en su cama, con la fotografía de su padre entre sus manos, los ojos rojos y el corazón angustiado. Su abuelo estaba ingresado, tan sólo hacia un año que le habían operado de cáncer, y ahora... Volvía a estar ingresado, y ella tenía miedo, demasiado miedo, pero ella no lo reconocería, no sería tan débil de reconocerlo.
Sí, para ella, el miedo era una debilidad, una debilidad que dejaba que la muerte te manejase a su antojo, pero ella suponía que su abuelo era fuerte, demasiado fuerte, y tan fuerte, como cabezota. Varios días llevaba él ya, mal, pero se negaba en bajar al médico... Él también tenía miedo, y ella lo sabía perfectamente.


-Debes comer-dijo su madre mirándola preocupada.-No tengo hambre-susurró en voz baja.Desde el día que le dieron la noticia, no tenía hambre, ni fuerzas, ni motivos para sonreir. No sonreía, ya no. ¿Para qué? Tan sólo tenía seis años, seis años, y debía parecer fuerte, pero... Era tan sólo una niña, una niña con pocas ganas de seguir viviendo si él no estaba para sonreírle, abrazarle y hacerle cosquillas como solía hacer... pocas ganas.-Cariño... He pedido cita para el psicólogo-dijo su madre sentándose a su lado.-¿Psicólogo? ¿qué es eso?-preguntó su hermana sentándose en el suelo, delante de ellas.-Es un chico que ayuda a la gente, y, quiero que te ayude-su madre sonrió cándidamente, pero, no como solía hacer antes.-Iré-afirmó, inténtando pensar que tan sólo sería por su madre y su hermana.


¿Cuándo el destino decidió arrebatarle a una de las personas más importantes en su vida? Ella no lo sabía, y no tenía el valor necesario para querer averiguarlo. Asustada, pequeña, débil, desprotegida y en peligro, así se sentía ella en aquel momento, sin ningún valor para afrontar las horas, preocupada por el estado de salud de su familia, preocupada por el miedo que ahogaba a su corazón, preocupada por no tenerle a su lado.Iba a ser un muy mal día, y ella lo sabía... Aún recordaba todo, todo... Todo lo que había hecho con él, y aquél estúpido sueño....


Corría, ella corría hacía él, que permanecía plantado delante de la puerta de su casa, con un montón de peluches y la misma sonrisa de siempre. La niña, saltó a sus brazos y le abrazó con fuerza.-Pensé que habías muerto-susurró llorando.-No, estoy aquí, contigo, y no me volveré a ir, nunca-prometió él, estrechándola entre sus brazos con fuerza.-Te lo prometo.-Te he echado tanto de menos... Te quiero papá-dijo la chica sonriendo.Y de pronto, se despertó, con lágrimas en los ojos y abrazada al osito de peluche que él le había regalado años atrás... Dándose cuenta de que todo había sido un horrible sueño...

Suspiró y se tumbó en la cama, subiéndo la música a tope y perdiendose entre los acordes, abandonandose a la oscuridad y al miedo, al peligro y a la desprotección, abandonandose a todo lo que ella consideraba un sueño, tan sólo un estúpido sueño.

Punto y seguido.

Luz y oscuridad. Uno sin el otro no existen. Opuestos e iguales. Casi indestructibles.
Quizá nadie se diese cuenta, excepto esa chica de mirada vidriosa y ojos azules celestes, que permanecía apostrada tras la ventana de su cuarto, siguiendo con su dedo índice el recorrido que hacian las gotas de la lluvia sobre el cristal. La noche estaría al caer pero poco parecía importarle.
Tenía los ojos rojos e inchados de tanto llorar, sus mejillas estaban pegajosas, y un sudor frío le helaba la piel. ¿Qué más podía perder?

Espérame =)

Si miro al cielo, juro que te veo. Entre millones de estrellas, tú eres la que más brilla. Y estoy aquí, parada en frente de la ventana de mi habitación, dejando que tu luz ciegue mis ojos. Preguntandome por qué te marchaste, llorandote en el más profundo de mis silencios. Sufriendo por tu ausencia, esperando una señal la cual tengo asumido, nunca llegará. Alzaré la mano, e intentaré alcanzarle, no lo lograré, lo sé, pero no pierdo nada por intentarlo. Esperame, te alcanzaré, tomaré tu mano y a tu lado caminaré.

I need you...

Aparece ante mi, majestuoso, impresionante. Con esa sonrisa que me hace perder la cabeza, y esos ojos que consiguen capturarme y no me permiten moverme. Si tuviese que murmurar lo que realmente pienso de él, no habría palabras para describirle...
Bueno, tal vez sí, una. Único.
Estoy segura de que, buscase donde buscase y de cualquier modo, él seguiría siendo único para mí. Quizá debería dar un paso hacia delante y rodearle con mis brazos e impedir que se marche. Pero eso no funcionaría, se desvanecería entre ellos como tantas otras veces, como un sueño que se repite una y otra y otra vez. Es un juego o al menos quiero verlo como tal. Aparece cuando me necesita, y vuelve a desaparecer cuando está completamente bien. Quizá, ahora, sea yo la que lo necesite a él.

Revelación.

Me desperté y miré a mi alrededor, todo tranquilo y silencioso. Llevé mi mano hasta mi cuello donde hacia ya varios minutos aquel horrible quemazón había amainado de forma alarmante, noté que no tenía nada y que mi piel era lista y suave. La luz que se colaba por algunos ventanales tapiados me permitía ver que estaba más o menos en las ruinas de una catedral derruida hacía ya tiempo, pero no lograba localizarla.
Mis sentidos, alertados, me hicieron saltar de golpe y situarme en una viga alta, de madera y quemada en cierta parte. Sin embargo, esta, no cedió ante mi peso. Observé la altura y tuve que racionalizar claramente antes de darme cuenta de que apenas recordaba lo que había pasado.
-¿Pasa algo pequeña Maggie?-preguntó una voz tranquila desde alguna parte de la oscuridad.
-¿Quién eres? ¿Qué me has echo?-grité asustada.
Noté que mi voz tenía algo distinto, un tono de voz diferente. Aquella situación me estaba aterrrizando, giré a mi alrededor y lo vi demasiado claro, salté siguiendo unos instintos desconocidos para mi, y golpeé contra su cuerpo. Ambos caímos al suelo de espaldas, quedando yo encima de él. Puse mi mano en su cuello, apretando.
-¿Quién eres?-repetí, casi gruñí aquellas palabras.´
-Tú salvador-dijo con una sonrisa siniestra.
Giró dejandome debajo a mí, puso cada una de sus piernas a cada lado de mi cintura y apreto con fuerza, inmovilizandome.
-Me da igual-exclamé, empujandole y zafandome.
-En serio, Maggie, de no ser por mí, estarías muerta.
-Lástima que eso es lo que te va a pasar a ti-sonreí y rompí su cuello, arrancandole la cabeza.
No sabía que hacer, lo único que se me ocurrió fue quemarlo. Así que, para hacer más dificil todo, lo corté en pedacitos chiquititos y los quemé.
No quisé saber más, y escapé de allí.

Espejo.

Estaba preparada, lista, tenía todo lo necesario para avanzar en aquel mundo de mentiras, falsedades y... sobretodas las cosas, estaba lista para fingir. Fingir que era especial en un mundo que estaba abarrotado de mediocridad, donde las mentiras se refugiaban trás cada esquina dispuestas a reforzarse y a creerse a si mismas... Y eso era lo más triste de todo.
Mis pensamientos estaban escritos en un pequeño cuaderno, que siempre llevaba conmigo, quizá porque era una paranoica, quizá porque era un pedacito de mí, pero siempre estaba ahí.La mentira estaba controlandome, hasta yo me había creído que era así, supuestamente, yo era feliz... Tenía que vivir con él, amarle o al menos... Aparentarlo, tenía que ser fuerte y permanecer con esa estúpida sonrisa en mis finos labios pintados de un carmín claro.
Aquella mañana me levante, tan mentirosa, silenciosa y falsa, como era normal durante todos los días que había tenido que mentir, pero, cuando me miré al espejo, vi que no era la misma.Todas aquellas cosas contra las que había luchado en mi vida, la mentira, la falsedad, todo aquello que yo odié, odiaba y odiaré, se habían vuelto contra mí.
Mi rostro estaba pálido como la cera, mi cabello revuelto y los rizos poco definidos y mis ojos...
El sólo reflejo de mis ojos logró asustarme, habían perdido ese brillo que los hacía tan especiales y eso significaba, que yo, había dejado de ser aquella chica que luchaba por lo que quería y había dejado que jugasen conmigo... Quizá eso cambiaría, y muy pronto...

Agua de Luna

Rosalie se despertó aquella mañana, había tenido algún que otro sueño poco alentador sobre aquel viaje que su prometido se había propueso hacer. Se cepilló su dorado cabello, se vistió con aquel vestido rosa de seda, cuyas mangas acababan en ribetes dorados y se apresuró a salir a la calle, donde había quedado en encontrarse con su amado Emmett.
Cuando la doncella pisó las piedras de aquella concurrida calle, él ya estaba allí. Con su vestimenta, su cabello peinado y sus ojos azules mirándola, adorándola. Rosalie suspiró y se acercó hasta él, depositando un pequeño beso en sus labios.
-Es un préstamo-susurró junto al oído de su amado.-Lo quiero de vuelta, así sabré que volverás.
Él, rodeó su cintura con un brazo y con el otro, acarició su mejilla, mientras levantaba suavemente la barbilla de Rosalie.
-Te quiero-le dijo Emmett, con una sonrisa en sus labios.-Volveré, porque sé, que tú me estarás esperando.
El caballero montó en su caballo, se despidió de su amada y partió en busca de aquello que hace meses, la joven le había pedido. La luna.
Él sabía que era imposible entregársela, pero, si era por ella, estaba dispuesto a cualquier cosa, quería hacerla feliz, y si ese era un buen modo de realizar su propósito, estaba de acuerdo. Cabalgó durante días, partió un día de luna llena, y alcanzó un pequeño pueblo escondido trás unas montañas, un mes más tarde. Allí, encontró una pequeña cueva, que según las gentes del pueblo, daba al cráter del volcán. Emmett, pensando que allí encontraría la solución a sus problemas, compró un pequeño bote, lo llenó de agua, y enganchándolo con un cordón de hilo, se lo colgó al cuello.
Entró en la cueva y caminó lo que a él le parecieron horas, cuando por fin, llegó a una zona circular, en el centro se encontraba una pequeña laguna, y en medio de la laguna se podía ver el reflejo del cielo. Emmett se quedó maravillado ante aquello, y se sentó en la orilla, dando un trago a su improvisada botella de agua.
Las horas fueron pasando, y la Luna Llena, apareció, tapando el cráter del volcán con todo su esplendor y reflejándose en las aguas de la laguna. A Emmett le pareció que estaba viendo a uno de sus tantos adorados dioses. Vació el bote de agua, y comenzó a nadar hacia el reflejo de la luna. Una vez allí, introdujó el bote de cristal en el agua y lo llenó. Sonrió complacido y de nuevo, regresó hacia el lugar de donde había partido.
De nuevo, tardó un mes en llegar allí, y gracias a su suerte, ese mismo día, en el que los cascos de su caballo entraron en su amada tierra, era luna llena. Esperó impaciente a la puerta de su doncella, a que Rosalie bajase. Una vez, ella estuvo frente a él, le entregó el bote, y le indicó que lo pusiese en alto. La luna salió, y se reflejó en el bote, dando a parecer que en aquel pequeño bote de cristal, estaba la luna.
Después, se fundieron ambos en un tierno beso.

Sed de sangre

Sed de sangre.
Pasó su lengua por sus colmillos, y sonrió en la oscuridad de la noche. Sus ojos rojos analizaron las ventanas de aquel bar, observando el interior, a todos aquellos humanos que bebían ajenos a su presencia. Se deslizó como una sombra hasta la calle más próxima, un pequeño callejón sin salida, lleno de contenedores y bolsas de basura.
Pasó sus finos dedos por la pared de ladrillos de aquella taberna inmunda, llegó a su destino, una pequeña puerta de incendios procedente de la taberna, giró el pomo con cuidado y se deslizó en el interior del edificio.
Olía a demasiadas cosas, alcohol, sudor, basura, gatos… La chica suspiró, y caminó con aires de superioridad hacia el interior. Los hombres, se giraban a verla. Estaba despampanante, una falda que terminaba justo después de sus glúteos y una camiseta de tirantes, ajustada que resaltaba sus pechos.
Venía dispuesta a matar, a calmar su sed, y no le importaba a quien se llevase por delante, lo tenía muy claro. Vio a una pareja en un rincón, en un estado demasiado cariñoso para su gusto, sonrió con maldad y caminó hacia allí, mientras el sonido de sus botas resonaba en el local.
-¿Te importa si te robo a tu chico?-preguntó con voz tranquila, sensual y con un pequeño mate amenazador.
-Sí-replicó la chica encarándosela.
-Lástima-clavó su mirada en la chica y sonrió, mientras veía como se retorcía ante sus ojos.-Te lo avisé.
El chico perdió el interés por la humana que estaba temblando a su lado, después de que la chica de cabello rubio apartase su mirada de ella. Jane, comenzó a andar con paso lento hacia la salida, mientras oía los pasos del chico que la seguía. Sonrío de nuevo y se relamió los colmillos ya tendría cena esa noche.
Llevó al muchacho hasta un callejón alejado, el chico colocó sus manos en la cintura de Jane, y la pegó a él, mientras la vampira introducía sus manos por la camiseta de él, y hacía pequeños dibujos en su espalda, Jane comenzó a besar el cuello de su cena, mordiéndolo suavemente sin llegar a clavar sus colmillos.
El chico comenzó a levantar suavemente la camiseta de la vampiresa, pero ella, sin apartar los labios del cuello del humano, hundió sus colmillos y comenzó a alimentarse de su sangre, mientras el humano pensaba que era un juego. Cuando empezó a notar que quemaba, que la chica estaba absorbiéndole la sangre intentó gritar pero no tuvo fuerzas, notaba como la vida se le escapaba.
Cuando su cuerpo inerte cayó al suelo, Jane sonrió satisfecha, y cogió el cadáver, limpió el callejón y desapareció de allí.

Túnel.

Estoy sentada en la mesa, las lágrimas resbalan por mi rostro, sollozó baulbuceando tu nombre, tiemblo y me encojo, me abrazo las rodillas y comienzo a tener frío.
Un viento helado que me atenaza el corazón, y siento como si un cubo de agua fría cayese sobre mi cabeza, como si mi vida no tuviese sentido. Estoy en un túnel, que antaño, tenía una fuerte luz guiándome, y ahora... Tan sólo es oscuridad, una oscuridad que me hiela y me hace daño, demasiado daño. Tu ausencia, dejó en mi interor un hueco que sigue vacío, que es imposible de rellenar, y es que, me acuerdo de todos y cada uno de tus gestos y eso me hace feliz. Aunque, desearía estar tumbada en el sofá, contigo, viendo un partido, viendo una peli y haciéndonos cosquillas, y desearía que me riñeses, me echases la bronca y te preocupases por las notas... Estoy tan segura, tan convencida de que será imposible que a veces, duele no tenerte aquí. Pero sigo adelante, ¿vale? Sigo adelante, me levanto cada día y no hay un solo momento del día en el que no te recuerde. Soy feliz y podría serlo más, pero sobre todas las cosas, estoy orgullosa de ser quien soy.
Te quiero y te echo de menos :')

Mi mejor amigo.

MI MEJOR AMIGO
Siempre deseó tener un mejor amigo, alguien a quien contarle sus sentimientos, y hablar con él durante horas y horas por teléfono. Ahora lo tenía, durante años lo había tenido, ¿Cuándo ese cariño paso a ser amor? No lo sabía, no tenía ni idea. Tiró una piedra al río… Y se quedó pensando mientras observaba las ondas, todo en la vida tenía un punto intermedio, y ella no había sabido diferenciarlo, él, en cambio, sí. Era muy feliz con su novia, en cambio, Alice, tenía que permanecer allí sentada, observando el agua.
¡Qué idiota había sido! ¿Cómo se iba a fijar él en ella? Suspiró y se tumbó en la hierba, mirando las nubes, pero, unos ojos negros, captaron su atención. Él estaba allí, mirándola fijamente y riéndose. Se apartó un poco, y él se tumbó a su lado, Alice lo miró.
-He roto con Laura-contó mientras suspiraba.
-¿Por qué Adri?-preguntó curiosa la chica.
-Estoy enamorado de otra-Adrián sonrió.
El corazón de Alice empezó a latir desbocado, ¿enamorado de otra? Su autoestima se vino abajo, no iba a ser ella, lo tenía muy claro. Se incorporó y se abrazó las piernas, apoyando su barbilla en las rodillas.
-Será afortunada la chica-comentó sin mucho ánimo.
-Yo soy el afortunado por quererla a ella-Adrián sonrió.-Pero, aun no sé si siente lo mismo.
-¿Y por qué no se lo preguntas?-cuestionó Alice mirándole.
-Tengo miedo de que diga que no-comentó el muchacho acercándose a ella.-Quizá no me quiera, quizá sólo me vea como a un amigo.
-Si no arriesgas no ganas-comentó la chica cerrando los ojos.
-Quizá, quién sabe-Adrián suspiró.
Quizá, quién sabe, posiblemente, a lo mejor… Las palabras que no determinaban si era sí o era no, a Alice no le servían, pero no estaba dispuesta a decírselo, si a él le gustaba otra chica, si él era feliz así, ¿por qué iba ella a estropearlo?
Lo que la pilló de improviso fue el tacto de los labios de Adrián con los suyos, en un beso tierno, cálido, y lento. El corazón de la chica emprendió una carrera alocada, golpeando contra sus costillas frenéticamente, mientras ella luchaba por unirse más a él.
Adrián rodó quedando él encima de Alice, cuando se separaron ambos, solamente pudieron sonreir.
-Te quiero-musitó él.

¿Quién dijo prohibido?

¿QUIEN DIJO PROHIBIDO?
Su cabello negro, sus ojos verdes, sus labios… Todo de él me cautivaba, y que viviese al otro lado de la ciudad, y que mi padre me prohibiese estar con él, no iba a hacer que me lo sacase de mi mente.
Él era simplemente perfecto, con esa sonrisa, con esa voz… Estaba completamente segura de que no lograría sacármelo de la cabeza… Un camión pasó a toda velocidad por delante de mi casa, lo observé atónita, y le vi rodar por el jardín. No había nadie en casa…
Agarré la falda de mi vestido y eché a correr hacia el jardín, bajando las escaleras de dos en dos, y tropezando una y otra, y otra vez con la odiosa moqueta que cubría el pasillo del piso inferior. Abrí la puerta con más fuerza de la necesaria y salí al jardín, allí estaba él.
Me miraba, sonriendo, adorándome… Fue el primero en decirme un te quiero con tan sólo una simple mirada.
Me arrodillé a su lado y le besé como si no tuviese más razón de vida que él, como si mi corazón latiese por él, y así era. Yo estaba viva, sonreía cada mañana y me levantaba, dispuesta a sufrir el infierno matutino, por él.
Correspondió a mi beso mientras me agarraba fuertemente de la cintura, apretándome contra él, impidiéndome marchar, y yo no iba a hacerlo, me quería quedar allí, con él, quería que el tiempo se detuviese y sólo existiésemos nosotros, quería ser feliz para siempre, con él, juntos, los dos.
Mis manos recorrieron su rostro mientras me hundía en sus ojos verdes lentamente, volvió a sonreír, y desbarató mis pensamientos. Como aquella primera vez, en la calle, cuando sonrío, él consiguió desbaratar toda mi existencia, consiguió introducirse en mi interior, ser el tema principal de mis sueños.
-Tu padre me matará-suspiró dándome un beso en la frente.
-Antes tendrá que pasar por encima de mi cadáver-rodeé su cuello con mis brazos y le abracé.- ¿Y si te pido que te quedes?
-Sabes que lo haré-tomó mi mano con delicadeza.-Estamos atados.
-Entonces no te vayas-le miré a los ojos.-Quédate conmigo, siempre.
-¿Y tú familia?-preguntó mirando el suelo.-No soy para ti, Kate.
-Me importa poco lo que opinen-tomé su barbilla con delicadeza y la alcé, haciendo que me mirase.-Eres para mí, como yo soy para ti… Es el único resultado posible de esta ecuación.
Y de nuevo, besé sus labios.

Ducha fría (Briaan xD)

Cerré la puerta tras de mi cuando entré en el baño. Caminé hasta la ducha y me deshice de la toalla blanca que rodeaba mi cuerpo, abrí el grifo y esperé a que se regulase lo suficiente como para no helarme ni quemarme con ella. Dejé que el agua empapase mi cuerpo, pero, sin previo aviso, noté sus manos heladas sobre mi cintura, rodeandola con un solo movimiento y pegandose a mi. Comenzó a besar mi cuello lentamente, dándome pequeños mordiscos. Volteé mirándome, sonrei divertida y comencé a descender dandole pequeños besos por el pecho, el abdomen... Metí su miembro en mi boca y comecé a jugetear con él, dibujado pequeñas figuras con mi lengua. Gimió mi nombre y apoyó sus manos en mi cabeza impulsandome.
Sin previo aviso, me empotró suavemente contra la pared, levantandome y haciendo que rodease su cintura, penetrándome fuertemente. Jadeé y arqué mi espalda, mientras arañaba la suya. Noté como llegaba al climax cuando uní mis labios con los suyos, él, jugeteó con mi lengua mientras me dejaba en el suelo y sonrió satisfecho.

Habitación cerrada.

HABITACION CERRADA.
La luz reinaba absolutamente en la habitación, lo empujé hacia la cama, dejándole tumbado completamente. Me situé sobre él, con una pierna a cada lado de su cuerpo, besándole lentamente y descendiendo por su cuello. Llegué hasta el cuello de la camisa, tiré de ella con algo más de fuerza, dejándola echa jirones entre mis dedos, acaricié sus abdominales, mientras mi lengua hacia un recorrido desde su pecho hasta ellos.
Comencé a lamerlos lentamente, mientras hacia pequeños dibujos con la punta de mi lengua sobre su piel. Desabroché el botón de su pantalón mientras volvía a unir nuestros labios, jugando con su lengua.
Le escuché gemir cuando mi mano comenzó a acariciar su miembro lentamente, le quité los pantalones mientras aumentaba el ritmo de mi mano, hundí mis colmillos en su cuello, mientras dejaba que él me desnudase a su ritmo, interrumpido por sus jadeos.
Giró, quedando él encima de mí. Estaba completamente desnuda y a su merced, comenzó a jugar con mis pechos, mordisqueando mis pezones, mientras yo, interrumpía el ritmo de mi mano cuando gemía pronunciando su nombre. Retiró mi mano, mientras comenzaba a masturbarme marcando un ritmo determinado.
Jadeé y arqueé mi espalda, mientras apoyaba mi mano en sus hombros. Besó mis labios y sin separarlos comenzó a penetrarme lentamente, amoldándose a mi cuerpo. Lentamente, situó mi pierna sobre su hombro, adentrándose en mí hasta lo imposible.
Llegué al clímax jadeando y gimiendo al mismo tiempo, como si mil mariposas echasen a volar en mi interior, chocando unas contra otras, y su explosión me recorriese todo el cuerpo. Se echó a mi lado, sonriendo, y yo, no pude hacer otra cosa que imitarle.

A rey muerto, rey puesto.

A REY MUERTO, REY PUESTO.

El gran astro amarillo iluminaba el pequeño mercado situado en el interior de la muralla que rodeaba la ciudad. Dentro de la imponente fortaleza, se alzaba el castillo del Rey Reckol.
La muralla tenía cuatro puertas, todas ellas estaban situadas señalando un punto cardinal, la principal, la puerta Norte, estaba abierta.
Los guardias apostados en lo alto de la muralla veían en el horizonte una polvareda inusual, y varias figuras irreconocibles, mientras esa mesnada se acercaba hacia la ciudad, los guardias comenzaron a armarse, y dieron la voz de alarma asegurando a la población.
Un caballo negro como la noche, frenó en secó delante de la puerta, ahora cerrada y el jinete, miró hacia arriba, donde se situaban una docena de guardias, todos ellos armados con arcos y flechas apuntándole a él y a todos aquellos soldados que le seguían.
-¿Quién va?-preguntó uno de los doce soldados, con voz grave y sin apartar su arco.
Pero nadie contestó, ni el jinete, que permanecía callado. Hizo retroceder a su caballo, y esperó paciente a que las puertas de abriesen para él. Sonrió dándose cuenta de que el rey estaba en sus últimos días de vida, y él, el querido príncipe codiciado por todas las damas del reino, permanecía en la quieto en la entrada, impasible, a la espera de aquello que deseaba más que nunca.
Podréis decir que no tenía corazón, que era frío y no tenía escrúpulos, quizá… Pero, entonces es que no sabéis lo que el joven príncipe tuvo que sufrir. Su padre lo crió a base de golpes, su carácter se forjó con cada torneo en el que participaba, y se volvió un soldado, el mejor soldado que había hasta ese momento.
-Derek Ragnarok-dijo el jinete mirando al soldado que había hablado.
Nada más pronunciar su nombre, los guardias se dispersaron, dos de ellos comenzaron a hacer girar la rueda de madera que subía las rejas que cerraban la entrada a la ciudad. A la señal de Derek, todos los soldados que le seguían entraron en la ciudad, mientras él, hacia caminar a su caballo lentamente, pues no tenía prisa.
Se internó con todo su equipo en las pequeñas cuadras del castillo, desmontó y se quitó la molesta capa de sus hombros. Con su espada sujeta en su funda, caminó desafiante hacia el dormitorio de su moribundo padre donde le esperaban con impaciencia.
Recorrió el castillo y se detuvo frente a la puerta, giró el pomo y entró.
Reckol estaba pálido, con ojeras, tumbado en su cama, las cortinas de seda sujetas en los doseles habían sido enrolladas y atadas a las barras de hierro para que el rey pudiese ver mejor. Derek caminó inquieto hacía la cama de su padre, hizo una reverencia y permaneció de pie, esperando órdenes o alguna palabra del rey Reckol.
-Hijo-musitó con voz débil el rey.-Se bienvenido a tu hogar.
-Gracias padre.
-Lamento que me debas ver en estas circunstancias, pero, he de decir que-la voz de su padre se iba volviendo aun más débil por momentos.-, aquel dicho que pronunció el doctor que me atendió, debe cumplirse.
-¿Qué dicho padre?-preguntó el joven curioso.
-A rey muerto, rey puesto-el rey suspiró.-Me quedan pocos días, y hay que celebrar tu coronación cuanto antes, quiero verte sentado en mi trono, quiero verte con mi corona, quiero ver que has llegado hasta lo más alto.
Las palabras de Reckol fueron interrumpidas por su tos.
-Estoy condenado a morir, hijo mío. Pero, antes, quiero que sepas que, estoy muy orgulloso de ti…-la voz de Reckol se fue apagando.
-Descanse en paz, padre-susurró Derek, mirando el, ahora, cadáver de su padre.

La carta del cajón

LA CARTA DEL CAJON.

Me había intrigado aquella carta que mi madre había guardado exageradamente en el tercer cajón de su escritorio y candado con la llave que ahora, tenía en mis manos. No la había robado, sólo… La había tomado prestada. La cara de mi madre al recibir aquel trozo de papel me anunció que no trataba nada bueno, pero aun así, yo quería leerla y saber de que iba todo eso.
Cuando mi madre se fue a trabajar, me aproximé hasta su despacho, abrí la puerta y me dirigí hasta el cajón. Introduje la llave en la cerradura y tiré del cajón.
Allí estaba, metida en su sobre de color marrón claro, casi blanco, abierta por un lado. Cogí la carta y comencé a leer.
Querida Lara:
Lamento que no pueda estar contigo en esta época del año, y que no podamos ir al cementerio como solíamos hacer, o dar una vuelta por el río. Sin embargo, tu abuela hubiese deseado hacer este viaje mucho más que yo. Está muy feliz por poder hacerlo, ¿te acuerdas de aquella historia que te contaba siempre? Es parecido.
Tu abuela y yo nos conocimos en Irlanda, ella había ganado un concurso literario y ese era el premio, en cambio, yo estaba allí de viaje de fin de curso. La primera vez que la vi, fue en el jardín del hotel. Tuve una suerte tremenda, porque se hospedaba en el mismo lugar que yo. Su cabello rojo como el fuego estaba levemente tapado por un sombrero de paja, vestía un vestido largo, de gasa color rosa claro. Unas chanclas del mismo color y sus labios estaban pintados de color rojo pasión.
Era hermosa, nunca había visto nada igual, estaba completamente seguro de que esa iba a ser la mujer con la que quería vivir el resto de mi vida. Pero, tenía una gran duda… ¿Cómo hacer que se fijase en mí? Mis compañeros de cuarto me animaron a que fuese a hablar con ella, pero estaba tan indeciso… Ella pareció darse cuenta, porque a veces me lanzaba miradas demasiado discretas y yo apenas me daba cuenta. Un día, estaba tan animado a ir a hablar con ella, y entonces… Se me presentó la oportunidad, pasó por delante de mí, y uno de sus guantes de seda cayó al suelo, me apresuré a recogerlo y a seguirla.
Cuando la alcancé, le pregunté su nombre, me presenté educadamente y le entregué el guante. Ella estaba por irse, pero, yo no iba a dejarla escapar tan fácilmente, la invité a tomar algo en el bar del hotel, y aceptó gustosa.
Sentía que era el hombre más feliz del mundo, ella se iba una semana antes que yo, pero, no estaba convencido de que verla irse no me haría daño, así pues, le pedí que me esperase.
Lo hizo, cuando regresé a casa, ella estaba ahí, esperándome sonriente en la salida del aeropuerto. Lo primero que hice al verla fue abrazarla y besarla. Ella correspondió a mi beso, en ese instante, fui el hombre más feliz del mundo, y lo sigo siendo. Pero, esa dicha aumentó cuando mi hijo, tu padre, te tuvo a ti, la primera vez que te tuve entre mis brazos.
Te quiero, y espero que eso no se te olvide jamás.
Un abrazo y un beso enormes.
Tu abuelo.

Releí la carta un par de veces, era mi historia, ¡mi abuelo me había escrito mi historia favorita! Sonreí mientras la estrechaba contra mi pecho. Aun no entendía porque mi madre no me la había dado, entonces ella entró en su despacho y me encontró allí.
-Gracias abuelo-sonreí.

El mejor regalo del mundo.

El mejor regalo.

En un pequeño apartamento, en el centro de Madrid, una pequeña niña de cabellos rubios, rizados y largos hasta la altura de sus hombros, saltó de la cama con una sonrisa pintada en sus finos labios de un tono rosado. La muchacha, cuyo nombre era Isabella, tiró de la puerta de su cuarto que estaba entreabierta y salió al pasillo. Sus pies descalzos, se acostumbraron rápido a la moqueta granate que cubría todo el pasillo, el cual, recorrió a toda prisa, no había llegado al salón, si no a un punto donde habían tres puertas.
La primera, daba al cuarto de baño, la segunda, daba al dormitorio de los invitados, o su cuarto de juegos como ella solía llamarlo. Y la tercera, para Isabella, en ese mismo instante, la más importante, daba al cuarto de sus padres. La pequeña, se puso de puntillas, y con su mano derecha giró el pomo de la puerta lentamente, después, la empujó lentamente y entró en el dormitorio. Caminó en la oscuridad que reinaba en aquel cuarto, y, a tientas, consiguió llegar y subirse a la cama, comenzó a saltar.

-Es mi cumple-gritaba Isabella.-Es mi cumple, es mi cumple.
-Bella, cariño-musitó su madre.-¿Has visto que hora es? Anda, tumbate y duerme conmigo un poco más.
-Pero mamá, no quiero dormir-se quejó la pequeña.-Quiero abrir mis regalos...
-Isabella-su madre usó su nombre completo.-Sabes que a tu padre no le gusta que abras los regalos sin que él esté aquí.
-Pero, mamá-exclamó la pequeña-, papi no viene hasta dentro de...-contó con sus dedos.-Hasta dentro de dos meses.
-Pues, entonces, no abrirás tu regalo hasta dentro de dos meses-su madre sonrió en la oscuridad.
-¿Si duermo el tiempo pasará más despacio?-preguntó Isabella mientras se acurrucaba en el pecho de su madre.
-Sí, si duermes, el tiempo pasará más deprisa-confirmó su madre mientras le daba un beso en la frente-.Descansa cariño.

Isabella cerró sus hermosos ojos azules, al principio le costó dormirse, pero, pasado el tiempo, el aburrimiento la venció y se dejó acunar por los brazos de Morfeo.
Dos horas transcurrieron muy deprisa, y la pequeña cumpleañera comenzó a removerse en la cama de su madre, giró hacía la izquierda, después hacia la derecha, se puso boca abajo y después, boca arriba. ¡No se estaba quieta!
-Mamá, ha sonado el timbre-susurró mientras se frotaba sus ojos.
-No, Bella, no ha sonado el timbre-Julia sonrió en la oscuridad, mientras acariciaba el pelo de su hija.-Descansa un poco más.
-Pero mamá-comenzó la pequeña-, tengo hambre.
Julia, resopló divertida, se levantó de la cama y cogió a su hija en brazos. Recorrió con ella el pasillo, y la sentó en una silla pequeña, de madera, pintada de color blanco. La mujer, se dió la vuelta y comenzó a prepararle el desayuno a su hija.
Isabella sonrió, observando los movimientos de su madre, para ella, su mamá, era la mejor mamá del mundo, y además, la más guapa de todo el universo.
Julia tenía el cabello color caoba, cortado por la mitad de su espalda, ojos verdes oscuros, labios carnosos, pómulos finos... Siempre sonreía, Isabella nunca había visto llorar a su mamá, excepto cuando su papá se iba de viaje durante mucho tiempo.

-Mamá, ¿cuánto falta para que vuelva papá?-preguntó la pequeña mientras Julia le ponía una taza con leche caliente delante.
-Muchos días cariño, muchos días-contestó, mientras le dejaba un par de galletas sobre la mesa.-Pero no te preocupes, te llamará. Él siempre lo hace.
Isabella negó con la cabeza antes de añadir:
-No quiero que me llamé, quiero que esté aquí, conmigo, con nosotras-suspiró.-Le echo de menos.
-Volverá, muy pronto-Julia sonrió.
La niña iba a decir algo más, abrió la boca dispuesta a preguntar cuándo, pero, el sonido del timbre la hizo callarse. Bajó de la silla con cuidado de no tirar nada y corrió hacia la puerta, atravesando el estrecho tramo de camino que se hallaba entre la cocina y la entrada.
Se puso de puntillas, y con sus pequeñas manitas, tiró del manillar hacia abajo. La puerta se abrió, pero, allí sólo había un paquete de regalo demasiado grande. Isabella lo rodeó curiosa, y comenzó a tirar del lazo, con fuerza. El papel se rasgó.
Se pudo ver una caja alta, ancha, de color rosa, con letras que le deseaban un feliz día a la pequeña Isabella. Julia acudió sonriente, cuando los chillidos de emoción de su hija se hacían demasiado notorios. La mujer, comenzó a abrir la caja ya que la pequeña no podía, después, tomó a su hija en brazos y dejó que se asomase al interior. Lo que vió la dejó sin habla. Sus ojos azules se abrieron y se iluminaron, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro, y de sus labios sólo salió una palabra.
-Papá.
-Felicidades mi niña-exclamó su padre, tomándola en brazos y estrechandola fuertemente.-Te eche de menos.
-Y yo papá y yo-añadió la niña mientras le daba un beso en la mejilla.-¿Sabes qué?
La niña lo había estado pensando, desde que descubrió la caja, rompió el papel y su mamá fue a abrirla, la niña sabía que ese regalo, sería diferente.
-¿Qué?-preguntó su padre curioso.
-¡Eres el mejor regalo del mundo!-exclamó Isabella, feliz.

Antes de subir.

~ No soy nueva en esto de los blogs, como tampoco lo soy escribiendo historias. Si escribo alguna historia, algún relato corto, intentaré subirlo aquí en cuanto tenga oportunidad. Tardaré, pues me gusta trabajar las historias, el argumento, desarrollar los personajes, en definitiva, si voy a escribir algo, quiero que esté bien escrito.

Besitos helados.

Magg