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Espérame =)

Si miro al cielo, juro que te veo. Entre millones de estrellas, tú eres la que más brilla. Y estoy aquí, parada en frente de la ventana de mi habitación, dejando que tu luz ciegue mis ojos. Preguntandome por qué te marchaste, llorandote en el más profundo de mis silencios. Sufriendo por tu ausencia, esperando una señal la cual tengo asumido, nunca llegará. Alzaré la mano, e intentaré alcanzarle, no lo lograré, lo sé, pero no pierdo nada por intentarlo. Esperame, te alcanzaré, tomaré tu mano y a tu lado caminaré.

I need you...

Aparece ante mi, majestuoso, impresionante. Con esa sonrisa que me hace perder la cabeza, y esos ojos que consiguen capturarme y no me permiten moverme. Si tuviese que murmurar lo que realmente pienso de él, no habría palabras para describirle...
Bueno, tal vez sí, una. Único.
Estoy segura de que, buscase donde buscase y de cualquier modo, él seguiría siendo único para mí. Quizá debería dar un paso hacia delante y rodearle con mis brazos e impedir que se marche. Pero eso no funcionaría, se desvanecería entre ellos como tantas otras veces, como un sueño que se repite una y otra y otra vez. Es un juego o al menos quiero verlo como tal. Aparece cuando me necesita, y vuelve a desaparecer cuando está completamente bien. Quizá, ahora, sea yo la que lo necesite a él.

Revelación.

Me desperté y miré a mi alrededor, todo tranquilo y silencioso. Llevé mi mano hasta mi cuello donde hacia ya varios minutos aquel horrible quemazón había amainado de forma alarmante, noté que no tenía nada y que mi piel era lista y suave. La luz que se colaba por algunos ventanales tapiados me permitía ver que estaba más o menos en las ruinas de una catedral derruida hacía ya tiempo, pero no lograba localizarla.
Mis sentidos, alertados, me hicieron saltar de golpe y situarme en una viga alta, de madera y quemada en cierta parte. Sin embargo, esta, no cedió ante mi peso. Observé la altura y tuve que racionalizar claramente antes de darme cuenta de que apenas recordaba lo que había pasado.
-¿Pasa algo pequeña Maggie?-preguntó una voz tranquila desde alguna parte de la oscuridad.
-¿Quién eres? ¿Qué me has echo?-grité asustada.
Noté que mi voz tenía algo distinto, un tono de voz diferente. Aquella situación me estaba aterrrizando, giré a mi alrededor y lo vi demasiado claro, salté siguiendo unos instintos desconocidos para mi, y golpeé contra su cuerpo. Ambos caímos al suelo de espaldas, quedando yo encima de él. Puse mi mano en su cuello, apretando.
-¿Quién eres?-repetí, casi gruñí aquellas palabras.´
-Tú salvador-dijo con una sonrisa siniestra.
Giró dejandome debajo a mí, puso cada una de sus piernas a cada lado de mi cintura y apreto con fuerza, inmovilizandome.
-Me da igual-exclamé, empujandole y zafandome.
-En serio, Maggie, de no ser por mí, estarías muerta.
-Lástima que eso es lo que te va a pasar a ti-sonreí y rompí su cuello, arrancandole la cabeza.
No sabía que hacer, lo único que se me ocurrió fue quemarlo. Así que, para hacer más dificil todo, lo corté en pedacitos chiquititos y los quemé.
No quisé saber más, y escapé de allí.

Espejo.

Estaba preparada, lista, tenía todo lo necesario para avanzar en aquel mundo de mentiras, falsedades y... sobretodas las cosas, estaba lista para fingir. Fingir que era especial en un mundo que estaba abarrotado de mediocridad, donde las mentiras se refugiaban trás cada esquina dispuestas a reforzarse y a creerse a si mismas... Y eso era lo más triste de todo.
Mis pensamientos estaban escritos en un pequeño cuaderno, que siempre llevaba conmigo, quizá porque era una paranoica, quizá porque era un pedacito de mí, pero siempre estaba ahí.La mentira estaba controlandome, hasta yo me había creído que era así, supuestamente, yo era feliz... Tenía que vivir con él, amarle o al menos... Aparentarlo, tenía que ser fuerte y permanecer con esa estúpida sonrisa en mis finos labios pintados de un carmín claro.
Aquella mañana me levante, tan mentirosa, silenciosa y falsa, como era normal durante todos los días que había tenido que mentir, pero, cuando me miré al espejo, vi que no era la misma.Todas aquellas cosas contra las que había luchado en mi vida, la mentira, la falsedad, todo aquello que yo odié, odiaba y odiaré, se habían vuelto contra mí.
Mi rostro estaba pálido como la cera, mi cabello revuelto y los rizos poco definidos y mis ojos...
El sólo reflejo de mis ojos logró asustarme, habían perdido ese brillo que los hacía tan especiales y eso significaba, que yo, había dejado de ser aquella chica que luchaba por lo que quería y había dejado que jugasen conmigo... Quizá eso cambiaría, y muy pronto...

Agua de Luna

Rosalie se despertó aquella mañana, había tenido algún que otro sueño poco alentador sobre aquel viaje que su prometido se había propueso hacer. Se cepilló su dorado cabello, se vistió con aquel vestido rosa de seda, cuyas mangas acababan en ribetes dorados y se apresuró a salir a la calle, donde había quedado en encontrarse con su amado Emmett.
Cuando la doncella pisó las piedras de aquella concurrida calle, él ya estaba allí. Con su vestimenta, su cabello peinado y sus ojos azules mirándola, adorándola. Rosalie suspiró y se acercó hasta él, depositando un pequeño beso en sus labios.
-Es un préstamo-susurró junto al oído de su amado.-Lo quiero de vuelta, así sabré que volverás.
Él, rodeó su cintura con un brazo y con el otro, acarició su mejilla, mientras levantaba suavemente la barbilla de Rosalie.
-Te quiero-le dijo Emmett, con una sonrisa en sus labios.-Volveré, porque sé, que tú me estarás esperando.
El caballero montó en su caballo, se despidió de su amada y partió en busca de aquello que hace meses, la joven le había pedido. La luna.
Él sabía que era imposible entregársela, pero, si era por ella, estaba dispuesto a cualquier cosa, quería hacerla feliz, y si ese era un buen modo de realizar su propósito, estaba de acuerdo. Cabalgó durante días, partió un día de luna llena, y alcanzó un pequeño pueblo escondido trás unas montañas, un mes más tarde. Allí, encontró una pequeña cueva, que según las gentes del pueblo, daba al cráter del volcán. Emmett, pensando que allí encontraría la solución a sus problemas, compró un pequeño bote, lo llenó de agua, y enganchándolo con un cordón de hilo, se lo colgó al cuello.
Entró en la cueva y caminó lo que a él le parecieron horas, cuando por fin, llegó a una zona circular, en el centro se encontraba una pequeña laguna, y en medio de la laguna se podía ver el reflejo del cielo. Emmett se quedó maravillado ante aquello, y se sentó en la orilla, dando un trago a su improvisada botella de agua.
Las horas fueron pasando, y la Luna Llena, apareció, tapando el cráter del volcán con todo su esplendor y reflejándose en las aguas de la laguna. A Emmett le pareció que estaba viendo a uno de sus tantos adorados dioses. Vació el bote de agua, y comenzó a nadar hacia el reflejo de la luna. Una vez allí, introdujó el bote de cristal en el agua y lo llenó. Sonrió complacido y de nuevo, regresó hacia el lugar de donde había partido.
De nuevo, tardó un mes en llegar allí, y gracias a su suerte, ese mismo día, en el que los cascos de su caballo entraron en su amada tierra, era luna llena. Esperó impaciente a la puerta de su doncella, a que Rosalie bajase. Una vez, ella estuvo frente a él, le entregó el bote, y le indicó que lo pusiese en alto. La luna salió, y se reflejó en el bote, dando a parecer que en aquel pequeño bote de cristal, estaba la luna.
Después, se fundieron ambos en un tierno beso.