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Sed de sangre

Sed de sangre.
Pasó su lengua por sus colmillos, y sonrió en la oscuridad de la noche. Sus ojos rojos analizaron las ventanas de aquel bar, observando el interior, a todos aquellos humanos que bebían ajenos a su presencia. Se deslizó como una sombra hasta la calle más próxima, un pequeño callejón sin salida, lleno de contenedores y bolsas de basura.
Pasó sus finos dedos por la pared de ladrillos de aquella taberna inmunda, llegó a su destino, una pequeña puerta de incendios procedente de la taberna, giró el pomo con cuidado y se deslizó en el interior del edificio.
Olía a demasiadas cosas, alcohol, sudor, basura, gatos… La chica suspiró, y caminó con aires de superioridad hacia el interior. Los hombres, se giraban a verla. Estaba despampanante, una falda que terminaba justo después de sus glúteos y una camiseta de tirantes, ajustada que resaltaba sus pechos.
Venía dispuesta a matar, a calmar su sed, y no le importaba a quien se llevase por delante, lo tenía muy claro. Vio a una pareja en un rincón, en un estado demasiado cariñoso para su gusto, sonrió con maldad y caminó hacia allí, mientras el sonido de sus botas resonaba en el local.
-¿Te importa si te robo a tu chico?-preguntó con voz tranquila, sensual y con un pequeño mate amenazador.
-Sí-replicó la chica encarándosela.
-Lástima-clavó su mirada en la chica y sonrió, mientras veía como se retorcía ante sus ojos.-Te lo avisé.
El chico perdió el interés por la humana que estaba temblando a su lado, después de que la chica de cabello rubio apartase su mirada de ella. Jane, comenzó a andar con paso lento hacia la salida, mientras oía los pasos del chico que la seguía. Sonrío de nuevo y se relamió los colmillos ya tendría cena esa noche.
Llevó al muchacho hasta un callejón alejado, el chico colocó sus manos en la cintura de Jane, y la pegó a él, mientras la vampira introducía sus manos por la camiseta de él, y hacía pequeños dibujos en su espalda, Jane comenzó a besar el cuello de su cena, mordiéndolo suavemente sin llegar a clavar sus colmillos.
El chico comenzó a levantar suavemente la camiseta de la vampiresa, pero ella, sin apartar los labios del cuello del humano, hundió sus colmillos y comenzó a alimentarse de su sangre, mientras el humano pensaba que era un juego. Cuando empezó a notar que quemaba, que la chica estaba absorbiéndole la sangre intentó gritar pero no tuvo fuerzas, notaba como la vida se le escapaba.
Cuando su cuerpo inerte cayó al suelo, Jane sonrió satisfecha, y cogió el cadáver, limpió el callejón y desapareció de allí.

Túnel.

Estoy sentada en la mesa, las lágrimas resbalan por mi rostro, sollozó baulbuceando tu nombre, tiemblo y me encojo, me abrazo las rodillas y comienzo a tener frío.
Un viento helado que me atenaza el corazón, y siento como si un cubo de agua fría cayese sobre mi cabeza, como si mi vida no tuviese sentido. Estoy en un túnel, que antaño, tenía una fuerte luz guiándome, y ahora... Tan sólo es oscuridad, una oscuridad que me hiela y me hace daño, demasiado daño. Tu ausencia, dejó en mi interor un hueco que sigue vacío, que es imposible de rellenar, y es que, me acuerdo de todos y cada uno de tus gestos y eso me hace feliz. Aunque, desearía estar tumbada en el sofá, contigo, viendo un partido, viendo una peli y haciéndonos cosquillas, y desearía que me riñeses, me echases la bronca y te preocupases por las notas... Estoy tan segura, tan convencida de que será imposible que a veces, duele no tenerte aquí. Pero sigo adelante, ¿vale? Sigo adelante, me levanto cada día y no hay un solo momento del día en el que no te recuerde. Soy feliz y podría serlo más, pero sobre todas las cosas, estoy orgullosa de ser quien soy.
Te quiero y te echo de menos :')

Mi mejor amigo.

MI MEJOR AMIGO
Siempre deseó tener un mejor amigo, alguien a quien contarle sus sentimientos, y hablar con él durante horas y horas por teléfono. Ahora lo tenía, durante años lo había tenido, ¿Cuándo ese cariño paso a ser amor? No lo sabía, no tenía ni idea. Tiró una piedra al río… Y se quedó pensando mientras observaba las ondas, todo en la vida tenía un punto intermedio, y ella no había sabido diferenciarlo, él, en cambio, sí. Era muy feliz con su novia, en cambio, Alice, tenía que permanecer allí sentada, observando el agua.
¡Qué idiota había sido! ¿Cómo se iba a fijar él en ella? Suspiró y se tumbó en la hierba, mirando las nubes, pero, unos ojos negros, captaron su atención. Él estaba allí, mirándola fijamente y riéndose. Se apartó un poco, y él se tumbó a su lado, Alice lo miró.
-He roto con Laura-contó mientras suspiraba.
-¿Por qué Adri?-preguntó curiosa la chica.
-Estoy enamorado de otra-Adrián sonrió.
El corazón de Alice empezó a latir desbocado, ¿enamorado de otra? Su autoestima se vino abajo, no iba a ser ella, lo tenía muy claro. Se incorporó y se abrazó las piernas, apoyando su barbilla en las rodillas.
-Será afortunada la chica-comentó sin mucho ánimo.
-Yo soy el afortunado por quererla a ella-Adrián sonrió.-Pero, aun no sé si siente lo mismo.
-¿Y por qué no se lo preguntas?-cuestionó Alice mirándole.
-Tengo miedo de que diga que no-comentó el muchacho acercándose a ella.-Quizá no me quiera, quizá sólo me vea como a un amigo.
-Si no arriesgas no ganas-comentó la chica cerrando los ojos.
-Quizá, quién sabe-Adrián suspiró.
Quizá, quién sabe, posiblemente, a lo mejor… Las palabras que no determinaban si era sí o era no, a Alice no le servían, pero no estaba dispuesta a decírselo, si a él le gustaba otra chica, si él era feliz así, ¿por qué iba ella a estropearlo?
Lo que la pilló de improviso fue el tacto de los labios de Adrián con los suyos, en un beso tierno, cálido, y lento. El corazón de la chica emprendió una carrera alocada, golpeando contra sus costillas frenéticamente, mientras ella luchaba por unirse más a él.
Adrián rodó quedando él encima de Alice, cuando se separaron ambos, solamente pudieron sonreir.
-Te quiero-musitó él.

¿Quién dijo prohibido?

¿QUIEN DIJO PROHIBIDO?
Su cabello negro, sus ojos verdes, sus labios… Todo de él me cautivaba, y que viviese al otro lado de la ciudad, y que mi padre me prohibiese estar con él, no iba a hacer que me lo sacase de mi mente.
Él era simplemente perfecto, con esa sonrisa, con esa voz… Estaba completamente segura de que no lograría sacármelo de la cabeza… Un camión pasó a toda velocidad por delante de mi casa, lo observé atónita, y le vi rodar por el jardín. No había nadie en casa…
Agarré la falda de mi vestido y eché a correr hacia el jardín, bajando las escaleras de dos en dos, y tropezando una y otra, y otra vez con la odiosa moqueta que cubría el pasillo del piso inferior. Abrí la puerta con más fuerza de la necesaria y salí al jardín, allí estaba él.
Me miraba, sonriendo, adorándome… Fue el primero en decirme un te quiero con tan sólo una simple mirada.
Me arrodillé a su lado y le besé como si no tuviese más razón de vida que él, como si mi corazón latiese por él, y así era. Yo estaba viva, sonreía cada mañana y me levantaba, dispuesta a sufrir el infierno matutino, por él.
Correspondió a mi beso mientras me agarraba fuertemente de la cintura, apretándome contra él, impidiéndome marchar, y yo no iba a hacerlo, me quería quedar allí, con él, quería que el tiempo se detuviese y sólo existiésemos nosotros, quería ser feliz para siempre, con él, juntos, los dos.
Mis manos recorrieron su rostro mientras me hundía en sus ojos verdes lentamente, volvió a sonreír, y desbarató mis pensamientos. Como aquella primera vez, en la calle, cuando sonrío, él consiguió desbaratar toda mi existencia, consiguió introducirse en mi interior, ser el tema principal de mis sueños.
-Tu padre me matará-suspiró dándome un beso en la frente.
-Antes tendrá que pasar por encima de mi cadáver-rodeé su cuello con mis brazos y le abracé.- ¿Y si te pido que te quedes?
-Sabes que lo haré-tomó mi mano con delicadeza.-Estamos atados.
-Entonces no te vayas-le miré a los ojos.-Quédate conmigo, siempre.
-¿Y tú familia?-preguntó mirando el suelo.-No soy para ti, Kate.
-Me importa poco lo que opinen-tomé su barbilla con delicadeza y la alcé, haciendo que me mirase.-Eres para mí, como yo soy para ti… Es el único resultado posible de esta ecuación.
Y de nuevo, besé sus labios.

Ducha fría (Briaan xD)

Cerré la puerta tras de mi cuando entré en el baño. Caminé hasta la ducha y me deshice de la toalla blanca que rodeaba mi cuerpo, abrí el grifo y esperé a que se regulase lo suficiente como para no helarme ni quemarme con ella. Dejé que el agua empapase mi cuerpo, pero, sin previo aviso, noté sus manos heladas sobre mi cintura, rodeandola con un solo movimiento y pegandose a mi. Comenzó a besar mi cuello lentamente, dándome pequeños mordiscos. Volteé mirándome, sonrei divertida y comencé a descender dandole pequeños besos por el pecho, el abdomen... Metí su miembro en mi boca y comecé a jugetear con él, dibujado pequeñas figuras con mi lengua. Gimió mi nombre y apoyó sus manos en mi cabeza impulsandome.
Sin previo aviso, me empotró suavemente contra la pared, levantandome y haciendo que rodease su cintura, penetrándome fuertemente. Jadeé y arqué mi espalda, mientras arañaba la suya. Noté como llegaba al climax cuando uní mis labios con los suyos, él, jugeteó con mi lengua mientras me dejaba en el suelo y sonrió satisfecho.

Habitación cerrada.

HABITACION CERRADA.
La luz reinaba absolutamente en la habitación, lo empujé hacia la cama, dejándole tumbado completamente. Me situé sobre él, con una pierna a cada lado de su cuerpo, besándole lentamente y descendiendo por su cuello. Llegué hasta el cuello de la camisa, tiré de ella con algo más de fuerza, dejándola echa jirones entre mis dedos, acaricié sus abdominales, mientras mi lengua hacia un recorrido desde su pecho hasta ellos.
Comencé a lamerlos lentamente, mientras hacia pequeños dibujos con la punta de mi lengua sobre su piel. Desabroché el botón de su pantalón mientras volvía a unir nuestros labios, jugando con su lengua.
Le escuché gemir cuando mi mano comenzó a acariciar su miembro lentamente, le quité los pantalones mientras aumentaba el ritmo de mi mano, hundí mis colmillos en su cuello, mientras dejaba que él me desnudase a su ritmo, interrumpido por sus jadeos.
Giró, quedando él encima de mí. Estaba completamente desnuda y a su merced, comenzó a jugar con mis pechos, mordisqueando mis pezones, mientras yo, interrumpía el ritmo de mi mano cuando gemía pronunciando su nombre. Retiró mi mano, mientras comenzaba a masturbarme marcando un ritmo determinado.
Jadeé y arqueé mi espalda, mientras apoyaba mi mano en sus hombros. Besó mis labios y sin separarlos comenzó a penetrarme lentamente, amoldándose a mi cuerpo. Lentamente, situó mi pierna sobre su hombro, adentrándose en mí hasta lo imposible.
Llegué al clímax jadeando y gimiendo al mismo tiempo, como si mil mariposas echasen a volar en mi interior, chocando unas contra otras, y su explosión me recorriese todo el cuerpo. Se echó a mi lado, sonriendo, y yo, no pude hacer otra cosa que imitarle.

A rey muerto, rey puesto.

A REY MUERTO, REY PUESTO.

El gran astro amarillo iluminaba el pequeño mercado situado en el interior de la muralla que rodeaba la ciudad. Dentro de la imponente fortaleza, se alzaba el castillo del Rey Reckol.
La muralla tenía cuatro puertas, todas ellas estaban situadas señalando un punto cardinal, la principal, la puerta Norte, estaba abierta.
Los guardias apostados en lo alto de la muralla veían en el horizonte una polvareda inusual, y varias figuras irreconocibles, mientras esa mesnada se acercaba hacia la ciudad, los guardias comenzaron a armarse, y dieron la voz de alarma asegurando a la población.
Un caballo negro como la noche, frenó en secó delante de la puerta, ahora cerrada y el jinete, miró hacia arriba, donde se situaban una docena de guardias, todos ellos armados con arcos y flechas apuntándole a él y a todos aquellos soldados que le seguían.
-¿Quién va?-preguntó uno de los doce soldados, con voz grave y sin apartar su arco.
Pero nadie contestó, ni el jinete, que permanecía callado. Hizo retroceder a su caballo, y esperó paciente a que las puertas de abriesen para él. Sonrió dándose cuenta de que el rey estaba en sus últimos días de vida, y él, el querido príncipe codiciado por todas las damas del reino, permanecía en la quieto en la entrada, impasible, a la espera de aquello que deseaba más que nunca.
Podréis decir que no tenía corazón, que era frío y no tenía escrúpulos, quizá… Pero, entonces es que no sabéis lo que el joven príncipe tuvo que sufrir. Su padre lo crió a base de golpes, su carácter se forjó con cada torneo en el que participaba, y se volvió un soldado, el mejor soldado que había hasta ese momento.
-Derek Ragnarok-dijo el jinete mirando al soldado que había hablado.
Nada más pronunciar su nombre, los guardias se dispersaron, dos de ellos comenzaron a hacer girar la rueda de madera que subía las rejas que cerraban la entrada a la ciudad. A la señal de Derek, todos los soldados que le seguían entraron en la ciudad, mientras él, hacia caminar a su caballo lentamente, pues no tenía prisa.
Se internó con todo su equipo en las pequeñas cuadras del castillo, desmontó y se quitó la molesta capa de sus hombros. Con su espada sujeta en su funda, caminó desafiante hacia el dormitorio de su moribundo padre donde le esperaban con impaciencia.
Recorrió el castillo y se detuvo frente a la puerta, giró el pomo y entró.
Reckol estaba pálido, con ojeras, tumbado en su cama, las cortinas de seda sujetas en los doseles habían sido enrolladas y atadas a las barras de hierro para que el rey pudiese ver mejor. Derek caminó inquieto hacía la cama de su padre, hizo una reverencia y permaneció de pie, esperando órdenes o alguna palabra del rey Reckol.
-Hijo-musitó con voz débil el rey.-Se bienvenido a tu hogar.
-Gracias padre.
-Lamento que me debas ver en estas circunstancias, pero, he de decir que-la voz de su padre se iba volviendo aun más débil por momentos.-, aquel dicho que pronunció el doctor que me atendió, debe cumplirse.
-¿Qué dicho padre?-preguntó el joven curioso.
-A rey muerto, rey puesto-el rey suspiró.-Me quedan pocos días, y hay que celebrar tu coronación cuanto antes, quiero verte sentado en mi trono, quiero verte con mi corona, quiero ver que has llegado hasta lo más alto.
Las palabras de Reckol fueron interrumpidas por su tos.
-Estoy condenado a morir, hijo mío. Pero, antes, quiero que sepas que, estoy muy orgulloso de ti…-la voz de Reckol se fue apagando.
-Descanse en paz, padre-susurró Derek, mirando el, ahora, cadáver de su padre.

La carta del cajón

LA CARTA DEL CAJON.

Me había intrigado aquella carta que mi madre había guardado exageradamente en el tercer cajón de su escritorio y candado con la llave que ahora, tenía en mis manos. No la había robado, sólo… La había tomado prestada. La cara de mi madre al recibir aquel trozo de papel me anunció que no trataba nada bueno, pero aun así, yo quería leerla y saber de que iba todo eso.
Cuando mi madre se fue a trabajar, me aproximé hasta su despacho, abrí la puerta y me dirigí hasta el cajón. Introduje la llave en la cerradura y tiré del cajón.
Allí estaba, metida en su sobre de color marrón claro, casi blanco, abierta por un lado. Cogí la carta y comencé a leer.
Querida Lara:
Lamento que no pueda estar contigo en esta época del año, y que no podamos ir al cementerio como solíamos hacer, o dar una vuelta por el río. Sin embargo, tu abuela hubiese deseado hacer este viaje mucho más que yo. Está muy feliz por poder hacerlo, ¿te acuerdas de aquella historia que te contaba siempre? Es parecido.
Tu abuela y yo nos conocimos en Irlanda, ella había ganado un concurso literario y ese era el premio, en cambio, yo estaba allí de viaje de fin de curso. La primera vez que la vi, fue en el jardín del hotel. Tuve una suerte tremenda, porque se hospedaba en el mismo lugar que yo. Su cabello rojo como el fuego estaba levemente tapado por un sombrero de paja, vestía un vestido largo, de gasa color rosa claro. Unas chanclas del mismo color y sus labios estaban pintados de color rojo pasión.
Era hermosa, nunca había visto nada igual, estaba completamente seguro de que esa iba a ser la mujer con la que quería vivir el resto de mi vida. Pero, tenía una gran duda… ¿Cómo hacer que se fijase en mí? Mis compañeros de cuarto me animaron a que fuese a hablar con ella, pero estaba tan indeciso… Ella pareció darse cuenta, porque a veces me lanzaba miradas demasiado discretas y yo apenas me daba cuenta. Un día, estaba tan animado a ir a hablar con ella, y entonces… Se me presentó la oportunidad, pasó por delante de mí, y uno de sus guantes de seda cayó al suelo, me apresuré a recogerlo y a seguirla.
Cuando la alcancé, le pregunté su nombre, me presenté educadamente y le entregué el guante. Ella estaba por irse, pero, yo no iba a dejarla escapar tan fácilmente, la invité a tomar algo en el bar del hotel, y aceptó gustosa.
Sentía que era el hombre más feliz del mundo, ella se iba una semana antes que yo, pero, no estaba convencido de que verla irse no me haría daño, así pues, le pedí que me esperase.
Lo hizo, cuando regresé a casa, ella estaba ahí, esperándome sonriente en la salida del aeropuerto. Lo primero que hice al verla fue abrazarla y besarla. Ella correspondió a mi beso, en ese instante, fui el hombre más feliz del mundo, y lo sigo siendo. Pero, esa dicha aumentó cuando mi hijo, tu padre, te tuvo a ti, la primera vez que te tuve entre mis brazos.
Te quiero, y espero que eso no se te olvide jamás.
Un abrazo y un beso enormes.
Tu abuelo.

Releí la carta un par de veces, era mi historia, ¡mi abuelo me había escrito mi historia favorita! Sonreí mientras la estrechaba contra mi pecho. Aun no entendía porque mi madre no me la había dado, entonces ella entró en su despacho y me encontró allí.
-Gracias abuelo-sonreí.

El mejor regalo del mundo.

El mejor regalo.

En un pequeño apartamento, en el centro de Madrid, una pequeña niña de cabellos rubios, rizados y largos hasta la altura de sus hombros, saltó de la cama con una sonrisa pintada en sus finos labios de un tono rosado. La muchacha, cuyo nombre era Isabella, tiró de la puerta de su cuarto que estaba entreabierta y salió al pasillo. Sus pies descalzos, se acostumbraron rápido a la moqueta granate que cubría todo el pasillo, el cual, recorrió a toda prisa, no había llegado al salón, si no a un punto donde habían tres puertas.
La primera, daba al cuarto de baño, la segunda, daba al dormitorio de los invitados, o su cuarto de juegos como ella solía llamarlo. Y la tercera, para Isabella, en ese mismo instante, la más importante, daba al cuarto de sus padres. La pequeña, se puso de puntillas, y con su mano derecha giró el pomo de la puerta lentamente, después, la empujó lentamente y entró en el dormitorio. Caminó en la oscuridad que reinaba en aquel cuarto, y, a tientas, consiguió llegar y subirse a la cama, comenzó a saltar.

-Es mi cumple-gritaba Isabella.-Es mi cumple, es mi cumple.
-Bella, cariño-musitó su madre.-¿Has visto que hora es? Anda, tumbate y duerme conmigo un poco más.
-Pero mamá, no quiero dormir-se quejó la pequeña.-Quiero abrir mis regalos...
-Isabella-su madre usó su nombre completo.-Sabes que a tu padre no le gusta que abras los regalos sin que él esté aquí.
-Pero, mamá-exclamó la pequeña-, papi no viene hasta dentro de...-contó con sus dedos.-Hasta dentro de dos meses.
-Pues, entonces, no abrirás tu regalo hasta dentro de dos meses-su madre sonrió en la oscuridad.
-¿Si duermo el tiempo pasará más despacio?-preguntó Isabella mientras se acurrucaba en el pecho de su madre.
-Sí, si duermes, el tiempo pasará más deprisa-confirmó su madre mientras le daba un beso en la frente-.Descansa cariño.

Isabella cerró sus hermosos ojos azules, al principio le costó dormirse, pero, pasado el tiempo, el aburrimiento la venció y se dejó acunar por los brazos de Morfeo.
Dos horas transcurrieron muy deprisa, y la pequeña cumpleañera comenzó a removerse en la cama de su madre, giró hacía la izquierda, después hacia la derecha, se puso boca abajo y después, boca arriba. ¡No se estaba quieta!
-Mamá, ha sonado el timbre-susurró mientras se frotaba sus ojos.
-No, Bella, no ha sonado el timbre-Julia sonrió en la oscuridad, mientras acariciaba el pelo de su hija.-Descansa un poco más.
-Pero mamá-comenzó la pequeña-, tengo hambre.
Julia, resopló divertida, se levantó de la cama y cogió a su hija en brazos. Recorrió con ella el pasillo, y la sentó en una silla pequeña, de madera, pintada de color blanco. La mujer, se dió la vuelta y comenzó a prepararle el desayuno a su hija.
Isabella sonrió, observando los movimientos de su madre, para ella, su mamá, era la mejor mamá del mundo, y además, la más guapa de todo el universo.
Julia tenía el cabello color caoba, cortado por la mitad de su espalda, ojos verdes oscuros, labios carnosos, pómulos finos... Siempre sonreía, Isabella nunca había visto llorar a su mamá, excepto cuando su papá se iba de viaje durante mucho tiempo.

-Mamá, ¿cuánto falta para que vuelva papá?-preguntó la pequeña mientras Julia le ponía una taza con leche caliente delante.
-Muchos días cariño, muchos días-contestó, mientras le dejaba un par de galletas sobre la mesa.-Pero no te preocupes, te llamará. Él siempre lo hace.
Isabella negó con la cabeza antes de añadir:
-No quiero que me llamé, quiero que esté aquí, conmigo, con nosotras-suspiró.-Le echo de menos.
-Volverá, muy pronto-Julia sonrió.
La niña iba a decir algo más, abrió la boca dispuesta a preguntar cuándo, pero, el sonido del timbre la hizo callarse. Bajó de la silla con cuidado de no tirar nada y corrió hacia la puerta, atravesando el estrecho tramo de camino que se hallaba entre la cocina y la entrada.
Se puso de puntillas, y con sus pequeñas manitas, tiró del manillar hacia abajo. La puerta se abrió, pero, allí sólo había un paquete de regalo demasiado grande. Isabella lo rodeó curiosa, y comenzó a tirar del lazo, con fuerza. El papel se rasgó.
Se pudo ver una caja alta, ancha, de color rosa, con letras que le deseaban un feliz día a la pequeña Isabella. Julia acudió sonriente, cuando los chillidos de emoción de su hija se hacían demasiado notorios. La mujer, comenzó a abrir la caja ya que la pequeña no podía, después, tomó a su hija en brazos y dejó que se asomase al interior. Lo que vió la dejó sin habla. Sus ojos azules se abrieron y se iluminaron, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro, y de sus labios sólo salió una palabra.
-Papá.
-Felicidades mi niña-exclamó su padre, tomándola en brazos y estrechandola fuertemente.-Te eche de menos.
-Y yo papá y yo-añadió la niña mientras le daba un beso en la mejilla.-¿Sabes qué?
La niña lo había estado pensando, desde que descubrió la caja, rompió el papel y su mamá fue a abrirla, la niña sabía que ese regalo, sería diferente.
-¿Qué?-preguntó su padre curioso.
-¡Eres el mejor regalo del mundo!-exclamó Isabella, feliz.

Antes de subir.

~ No soy nueva en esto de los blogs, como tampoco lo soy escribiendo historias. Si escribo alguna historia, algún relato corto, intentaré subirlo aquí en cuanto tenga oportunidad. Tardaré, pues me gusta trabajar las historias, el argumento, desarrollar los personajes, en definitiva, si voy a escribir algo, quiero que esté bien escrito.

Besitos helados.

Magg