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Revelación.

Me desperté y miré a mi alrededor, todo tranquilo y silencioso. Llevé mi mano hasta mi cuello donde hacia ya varios minutos aquel horrible quemazón había amainado de forma alarmante, noté que no tenía nada y que mi piel era lista y suave. La luz que se colaba por algunos ventanales tapiados me permitía ver que estaba más o menos en las ruinas de una catedral derruida hacía ya tiempo, pero no lograba localizarla.
Mis sentidos, alertados, me hicieron saltar de golpe y situarme en una viga alta, de madera y quemada en cierta parte. Sin embargo, esta, no cedió ante mi peso. Observé la altura y tuve que racionalizar claramente antes de darme cuenta de que apenas recordaba lo que había pasado.
-¿Pasa algo pequeña Maggie?-preguntó una voz tranquila desde alguna parte de la oscuridad.
-¿Quién eres? ¿Qué me has echo?-grité asustada.
Noté que mi voz tenía algo distinto, un tono de voz diferente. Aquella situación me estaba aterrrizando, giré a mi alrededor y lo vi demasiado claro, salté siguiendo unos instintos desconocidos para mi, y golpeé contra su cuerpo. Ambos caímos al suelo de espaldas, quedando yo encima de él. Puse mi mano en su cuello, apretando.
-¿Quién eres?-repetí, casi gruñí aquellas palabras.´
-Tú salvador-dijo con una sonrisa siniestra.
Giró dejandome debajo a mí, puso cada una de sus piernas a cada lado de mi cintura y apreto con fuerza, inmovilizandome.
-Me da igual-exclamé, empujandole y zafandome.
-En serio, Maggie, de no ser por mí, estarías muerta.
-Lástima que eso es lo que te va a pasar a ti-sonreí y rompí su cuello, arrancandole la cabeza.
No sabía que hacer, lo único que se me ocurrió fue quemarlo. Así que, para hacer más dificil todo, lo corté en pedacitos chiquititos y los quemé.
No quisé saber más, y escapé de allí.

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