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El mejor regalo del mundo.

El mejor regalo.

En un pequeño apartamento, en el centro de Madrid, una pequeña niña de cabellos rubios, rizados y largos hasta la altura de sus hombros, saltó de la cama con una sonrisa pintada en sus finos labios de un tono rosado. La muchacha, cuyo nombre era Isabella, tiró de la puerta de su cuarto que estaba entreabierta y salió al pasillo. Sus pies descalzos, se acostumbraron rápido a la moqueta granate que cubría todo el pasillo, el cual, recorrió a toda prisa, no había llegado al salón, si no a un punto donde habían tres puertas.
La primera, daba al cuarto de baño, la segunda, daba al dormitorio de los invitados, o su cuarto de juegos como ella solía llamarlo. Y la tercera, para Isabella, en ese mismo instante, la más importante, daba al cuarto de sus padres. La pequeña, se puso de puntillas, y con su mano derecha giró el pomo de la puerta lentamente, después, la empujó lentamente y entró en el dormitorio. Caminó en la oscuridad que reinaba en aquel cuarto, y, a tientas, consiguió llegar y subirse a la cama, comenzó a saltar.

-Es mi cumple-gritaba Isabella.-Es mi cumple, es mi cumple.
-Bella, cariño-musitó su madre.-¿Has visto que hora es? Anda, tumbate y duerme conmigo un poco más.
-Pero mamá, no quiero dormir-se quejó la pequeña.-Quiero abrir mis regalos...
-Isabella-su madre usó su nombre completo.-Sabes que a tu padre no le gusta que abras los regalos sin que él esté aquí.
-Pero, mamá-exclamó la pequeña-, papi no viene hasta dentro de...-contó con sus dedos.-Hasta dentro de dos meses.
-Pues, entonces, no abrirás tu regalo hasta dentro de dos meses-su madre sonrió en la oscuridad.
-¿Si duermo el tiempo pasará más despacio?-preguntó Isabella mientras se acurrucaba en el pecho de su madre.
-Sí, si duermes, el tiempo pasará más deprisa-confirmó su madre mientras le daba un beso en la frente-.Descansa cariño.

Isabella cerró sus hermosos ojos azules, al principio le costó dormirse, pero, pasado el tiempo, el aburrimiento la venció y se dejó acunar por los brazos de Morfeo.
Dos horas transcurrieron muy deprisa, y la pequeña cumpleañera comenzó a removerse en la cama de su madre, giró hacía la izquierda, después hacia la derecha, se puso boca abajo y después, boca arriba. ¡No se estaba quieta!
-Mamá, ha sonado el timbre-susurró mientras se frotaba sus ojos.
-No, Bella, no ha sonado el timbre-Julia sonrió en la oscuridad, mientras acariciaba el pelo de su hija.-Descansa un poco más.
-Pero mamá-comenzó la pequeña-, tengo hambre.
Julia, resopló divertida, se levantó de la cama y cogió a su hija en brazos. Recorrió con ella el pasillo, y la sentó en una silla pequeña, de madera, pintada de color blanco. La mujer, se dió la vuelta y comenzó a prepararle el desayuno a su hija.
Isabella sonrió, observando los movimientos de su madre, para ella, su mamá, era la mejor mamá del mundo, y además, la más guapa de todo el universo.
Julia tenía el cabello color caoba, cortado por la mitad de su espalda, ojos verdes oscuros, labios carnosos, pómulos finos... Siempre sonreía, Isabella nunca había visto llorar a su mamá, excepto cuando su papá se iba de viaje durante mucho tiempo.

-Mamá, ¿cuánto falta para que vuelva papá?-preguntó la pequeña mientras Julia le ponía una taza con leche caliente delante.
-Muchos días cariño, muchos días-contestó, mientras le dejaba un par de galletas sobre la mesa.-Pero no te preocupes, te llamará. Él siempre lo hace.
Isabella negó con la cabeza antes de añadir:
-No quiero que me llamé, quiero que esté aquí, conmigo, con nosotras-suspiró.-Le echo de menos.
-Volverá, muy pronto-Julia sonrió.
La niña iba a decir algo más, abrió la boca dispuesta a preguntar cuándo, pero, el sonido del timbre la hizo callarse. Bajó de la silla con cuidado de no tirar nada y corrió hacia la puerta, atravesando el estrecho tramo de camino que se hallaba entre la cocina y la entrada.
Se puso de puntillas, y con sus pequeñas manitas, tiró del manillar hacia abajo. La puerta se abrió, pero, allí sólo había un paquete de regalo demasiado grande. Isabella lo rodeó curiosa, y comenzó a tirar del lazo, con fuerza. El papel se rasgó.
Se pudo ver una caja alta, ancha, de color rosa, con letras que le deseaban un feliz día a la pequeña Isabella. Julia acudió sonriente, cuando los chillidos de emoción de su hija se hacían demasiado notorios. La mujer, comenzó a abrir la caja ya que la pequeña no podía, después, tomó a su hija en brazos y dejó que se asomase al interior. Lo que vió la dejó sin habla. Sus ojos azules se abrieron y se iluminaron, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro, y de sus labios sólo salió una palabra.
-Papá.
-Felicidades mi niña-exclamó su padre, tomándola en brazos y estrechandola fuertemente.-Te eche de menos.
-Y yo papá y yo-añadió la niña mientras le daba un beso en la mejilla.-¿Sabes qué?
La niña lo había estado pensando, desde que descubrió la caja, rompió el papel y su mamá fue a abrirla, la niña sabía que ese regalo, sería diferente.
-¿Qué?-preguntó su padre curioso.
-¡Eres el mejor regalo del mundo!-exclamó Isabella, feliz.

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