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La carta del cajón

LA CARTA DEL CAJON.

Me había intrigado aquella carta que mi madre había guardado exageradamente en el tercer cajón de su escritorio y candado con la llave que ahora, tenía en mis manos. No la había robado, sólo… La había tomado prestada. La cara de mi madre al recibir aquel trozo de papel me anunció que no trataba nada bueno, pero aun así, yo quería leerla y saber de que iba todo eso.
Cuando mi madre se fue a trabajar, me aproximé hasta su despacho, abrí la puerta y me dirigí hasta el cajón. Introduje la llave en la cerradura y tiré del cajón.
Allí estaba, metida en su sobre de color marrón claro, casi blanco, abierta por un lado. Cogí la carta y comencé a leer.
Querida Lara:
Lamento que no pueda estar contigo en esta época del año, y que no podamos ir al cementerio como solíamos hacer, o dar una vuelta por el río. Sin embargo, tu abuela hubiese deseado hacer este viaje mucho más que yo. Está muy feliz por poder hacerlo, ¿te acuerdas de aquella historia que te contaba siempre? Es parecido.
Tu abuela y yo nos conocimos en Irlanda, ella había ganado un concurso literario y ese era el premio, en cambio, yo estaba allí de viaje de fin de curso. La primera vez que la vi, fue en el jardín del hotel. Tuve una suerte tremenda, porque se hospedaba en el mismo lugar que yo. Su cabello rojo como el fuego estaba levemente tapado por un sombrero de paja, vestía un vestido largo, de gasa color rosa claro. Unas chanclas del mismo color y sus labios estaban pintados de color rojo pasión.
Era hermosa, nunca había visto nada igual, estaba completamente seguro de que esa iba a ser la mujer con la que quería vivir el resto de mi vida. Pero, tenía una gran duda… ¿Cómo hacer que se fijase en mí? Mis compañeros de cuarto me animaron a que fuese a hablar con ella, pero estaba tan indeciso… Ella pareció darse cuenta, porque a veces me lanzaba miradas demasiado discretas y yo apenas me daba cuenta. Un día, estaba tan animado a ir a hablar con ella, y entonces… Se me presentó la oportunidad, pasó por delante de mí, y uno de sus guantes de seda cayó al suelo, me apresuré a recogerlo y a seguirla.
Cuando la alcancé, le pregunté su nombre, me presenté educadamente y le entregué el guante. Ella estaba por irse, pero, yo no iba a dejarla escapar tan fácilmente, la invité a tomar algo en el bar del hotel, y aceptó gustosa.
Sentía que era el hombre más feliz del mundo, ella se iba una semana antes que yo, pero, no estaba convencido de que verla irse no me haría daño, así pues, le pedí que me esperase.
Lo hizo, cuando regresé a casa, ella estaba ahí, esperándome sonriente en la salida del aeropuerto. Lo primero que hice al verla fue abrazarla y besarla. Ella correspondió a mi beso, en ese instante, fui el hombre más feliz del mundo, y lo sigo siendo. Pero, esa dicha aumentó cuando mi hijo, tu padre, te tuvo a ti, la primera vez que te tuve entre mis brazos.
Te quiero, y espero que eso no se te olvide jamás.
Un abrazo y un beso enormes.
Tu abuelo.

Releí la carta un par de veces, era mi historia, ¡mi abuelo me había escrito mi historia favorita! Sonreí mientras la estrechaba contra mi pecho. Aun no entendía porque mi madre no me la había dado, entonces ella entró en su despacho y me encontró allí.
-Gracias abuelo-sonreí.

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