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¿Quién dijo prohibido?

¿QUIEN DIJO PROHIBIDO?
Su cabello negro, sus ojos verdes, sus labios… Todo de él me cautivaba, y que viviese al otro lado de la ciudad, y que mi padre me prohibiese estar con él, no iba a hacer que me lo sacase de mi mente.
Él era simplemente perfecto, con esa sonrisa, con esa voz… Estaba completamente segura de que no lograría sacármelo de la cabeza… Un camión pasó a toda velocidad por delante de mi casa, lo observé atónita, y le vi rodar por el jardín. No había nadie en casa…
Agarré la falda de mi vestido y eché a correr hacia el jardín, bajando las escaleras de dos en dos, y tropezando una y otra, y otra vez con la odiosa moqueta que cubría el pasillo del piso inferior. Abrí la puerta con más fuerza de la necesaria y salí al jardín, allí estaba él.
Me miraba, sonriendo, adorándome… Fue el primero en decirme un te quiero con tan sólo una simple mirada.
Me arrodillé a su lado y le besé como si no tuviese más razón de vida que él, como si mi corazón latiese por él, y así era. Yo estaba viva, sonreía cada mañana y me levantaba, dispuesta a sufrir el infierno matutino, por él.
Correspondió a mi beso mientras me agarraba fuertemente de la cintura, apretándome contra él, impidiéndome marchar, y yo no iba a hacerlo, me quería quedar allí, con él, quería que el tiempo se detuviese y sólo existiésemos nosotros, quería ser feliz para siempre, con él, juntos, los dos.
Mis manos recorrieron su rostro mientras me hundía en sus ojos verdes lentamente, volvió a sonreír, y desbarató mis pensamientos. Como aquella primera vez, en la calle, cuando sonrío, él consiguió desbaratar toda mi existencia, consiguió introducirse en mi interior, ser el tema principal de mis sueños.
-Tu padre me matará-suspiró dándome un beso en la frente.
-Antes tendrá que pasar por encima de mi cadáver-rodeé su cuello con mis brazos y le abracé.- ¿Y si te pido que te quedes?
-Sabes que lo haré-tomó mi mano con delicadeza.-Estamos atados.
-Entonces no te vayas-le miré a los ojos.-Quédate conmigo, siempre.
-¿Y tú familia?-preguntó mirando el suelo.-No soy para ti, Kate.
-Me importa poco lo que opinen-tomé su barbilla con delicadeza y la alcé, haciendo que me mirase.-Eres para mí, como yo soy para ti… Es el único resultado posible de esta ecuación.
Y de nuevo, besé sus labios.

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