Rss Feed

A rey muerto, rey puesto.

A REY MUERTO, REY PUESTO.

El gran astro amarillo iluminaba el pequeño mercado situado en el interior de la muralla que rodeaba la ciudad. Dentro de la imponente fortaleza, se alzaba el castillo del Rey Reckol.
La muralla tenía cuatro puertas, todas ellas estaban situadas señalando un punto cardinal, la principal, la puerta Norte, estaba abierta.
Los guardias apostados en lo alto de la muralla veían en el horizonte una polvareda inusual, y varias figuras irreconocibles, mientras esa mesnada se acercaba hacia la ciudad, los guardias comenzaron a armarse, y dieron la voz de alarma asegurando a la población.
Un caballo negro como la noche, frenó en secó delante de la puerta, ahora cerrada y el jinete, miró hacia arriba, donde se situaban una docena de guardias, todos ellos armados con arcos y flechas apuntándole a él y a todos aquellos soldados que le seguían.
-¿Quién va?-preguntó uno de los doce soldados, con voz grave y sin apartar su arco.
Pero nadie contestó, ni el jinete, que permanecía callado. Hizo retroceder a su caballo, y esperó paciente a que las puertas de abriesen para él. Sonrió dándose cuenta de que el rey estaba en sus últimos días de vida, y él, el querido príncipe codiciado por todas las damas del reino, permanecía en la quieto en la entrada, impasible, a la espera de aquello que deseaba más que nunca.
Podréis decir que no tenía corazón, que era frío y no tenía escrúpulos, quizá… Pero, entonces es que no sabéis lo que el joven príncipe tuvo que sufrir. Su padre lo crió a base de golpes, su carácter se forjó con cada torneo en el que participaba, y se volvió un soldado, el mejor soldado que había hasta ese momento.
-Derek Ragnarok-dijo el jinete mirando al soldado que había hablado.
Nada más pronunciar su nombre, los guardias se dispersaron, dos de ellos comenzaron a hacer girar la rueda de madera que subía las rejas que cerraban la entrada a la ciudad. A la señal de Derek, todos los soldados que le seguían entraron en la ciudad, mientras él, hacia caminar a su caballo lentamente, pues no tenía prisa.
Se internó con todo su equipo en las pequeñas cuadras del castillo, desmontó y se quitó la molesta capa de sus hombros. Con su espada sujeta en su funda, caminó desafiante hacia el dormitorio de su moribundo padre donde le esperaban con impaciencia.
Recorrió el castillo y se detuvo frente a la puerta, giró el pomo y entró.
Reckol estaba pálido, con ojeras, tumbado en su cama, las cortinas de seda sujetas en los doseles habían sido enrolladas y atadas a las barras de hierro para que el rey pudiese ver mejor. Derek caminó inquieto hacía la cama de su padre, hizo una reverencia y permaneció de pie, esperando órdenes o alguna palabra del rey Reckol.
-Hijo-musitó con voz débil el rey.-Se bienvenido a tu hogar.
-Gracias padre.
-Lamento que me debas ver en estas circunstancias, pero, he de decir que-la voz de su padre se iba volviendo aun más débil por momentos.-, aquel dicho que pronunció el doctor que me atendió, debe cumplirse.
-¿Qué dicho padre?-preguntó el joven curioso.
-A rey muerto, rey puesto-el rey suspiró.-Me quedan pocos días, y hay que celebrar tu coronación cuanto antes, quiero verte sentado en mi trono, quiero verte con mi corona, quiero ver que has llegado hasta lo más alto.
Las palabras de Reckol fueron interrumpidas por su tos.
-Estoy condenado a morir, hijo mío. Pero, antes, quiero que sepas que, estoy muy orgulloso de ti…-la voz de Reckol se fue apagando.
-Descanse en paz, padre-susurró Derek, mirando el, ahora, cadáver de su padre.

0 comentarios:

Publicar un comentario